SAIZ ABAD, RAQUEL
Los niños del colegio se burlaban de Eduardito por el tamaño familiar de su nariz con la que no se mojaba la boca cuando se duchaba. Para animarlo, cuando llegaba a casa su madre siempre le leía el mismo cuento: El patito feo, hasta que un día se maravilló al descubrir que tenía una nariz que servía para cualquier cosa. Aceptarnos como somos supone una existencia más plena y afianza una construcción saludable de la personalidad. Este cuento reivindica con humor el derecho a ser imperfectos y felices.